De raciones en Santi Mostacilla, en Colmenar Viejo

Curiosamente, los restaurantes a los que suelo ir habitualmente son los últimos de los que suelo hacer una crónica. Como sé que voy a volver una y otra vez, siempre me pongo perezosilla y lo dejo para la próxima. Ayer fue el día en que me animé a sacar unas fotos de mi visita a Santi Mostacilla, un restaurante ubicado en Colmenar Viejo que tiene ya una larga tradición en el pueblo, y que visito regularmente para comer de raciones.

Y en realidad no fue el mejor día, ya que se celebraba el Día de Padre y tenían el comedor de carta lleno a rebosar, con lo cual el servicio y la cocina estaban bien apurados, cuestión que de alguna manera se vio reflejada en algunos de los platos. A pesar de tener un gran comedor muy agradable, con una carta completa y con buenas referencias, casi siempre comemos en las mesas del bar, en las que se sirven raciones y el ambiente es más distendido.

Con las cañas llegó una tapa de chistorra con patatas para hacer boca mientras revisábamos la carta de raciones. Escogimos un pescado en adobo, que normalmente llega a la mesa recién frito con una costra ligera y crujiente de color caramelo, pero ayer llegó algo pasado de fritura, a un paso de quemarse. Las prisas no son buenas consejeras. Aún así y siendo condescendientes, se podía comer.

Uno de los platos típicos de este local son las patatas al ajillo, no estaban tan buenas como de costumbre pero dimos buena cuenta de ellas.

Y finalmente comimos unos taquitos de solomillo, que venían acompañados de pimientos asados y patatas paja, realmente exquisitos, un plato en el que se dejaba ver detrás un buen género y un excelente punto de plancha. La guarnición es correcta y acompaña muy bien a la carne.

Como la Semana Santa está a un paso y las torrijas empiezan a apetecer, compartimos una torrija de postre. Muy buena, fresca y de textura sedosa, empapada en leche especiada y sobre una ligera salsa de esta misma leche, resulta una de las torrijas más ricas que me he echado a la cara, o mejor dicho, a la boca.

Apenas se nota la fritura si es que la hay, por lo que no resulta nada pesada de comer. El aroma de canela inunda la leche que empapa el pan. ¿He dicho ya que es una delicia?

A pesar de no ser el día que mejor han salido las cosas, comimos muy a gusto, y la cuenta final, sin café y con varias cañas de cerveza, fue de 21 euros por persona. Que por cierto, tiran unas cañas muy, pero que muy bien tiradas.